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Cuando las redes… enredan la autoimagen de tus hijos

Para el adolescente actual, las fronteras entre la realidad física y el mundo de las redes sociales son cada vez más difusas. La presión social asociada a los estándares de belleza se amplifica en ese espacio virtual y puede contribuir a la aparición de trastornos alimenticios. Enfermedades como la bulimia y la anorexia llegan entonces para causar enorme sufrimiento e incluso poner en peligro la vida misma.

El riesgo de experimentar estos problemas se multiplica cuando nuestros jóvenes se ven expuestos durante horas y horas del día a fotos y videos de cuerpos esculturales, publicidad de productos para bajar de peso, testimonios de personas que afirman haber conseguido una figura perfecta mediante dietas y ejercicio o influencers que fundamentan su fama en el culto a lo cosmético. Todo ello sin hablar de los cada vez más comunes “filtros”, que hoy sirven para enmascarar cualquier imperfección en la vitrina de las redes.

La situación es compleja y nos corresponde ayudar a que nuestros hijos tengan la capacidad de hacer una lectura crítica de aquello que ven en las redes sociales, fomentando una actitud positiva hacia el cuerpo y la imagen corporal y animándolos a valorar la diversidad y la individualidad.

Algunas señales de que tu hija o hijo pueden estar sufriendo este tipo de problema son:

Cambios en los patrones de alimentación: consumo de porciones cada vez más pequeñas, negarse a comer alimentos específicos o evitar ciertos grupos alimenticios.

Obsesión con el peso y la figura: el tema se vuelve recurrente y expresa constantemente insatisfacción con su cuerpo.

Ejercicio excesivo: se observa compulsión por ejercitarse, dificultades para descansar o relajarse.

Cambios en el estado de ánimo: signos de depresión, ansiedad o irritabilidad.

Cambios físicos: pérdida de peso significativa, apariencia desnutrida o signos de deshidratación. También puede haber problemas de sueño, fatiga y digestivos.

Aislamiento: evita actividades sociales y familiares, y puede perder interés en cosas que antes disfrutaba. Puede parecer distante y mostrar dificultades para relacionarse.

Secretismo: oculta su comportamiento alimentario y se muestra evasivo o defensivo cuando se le pregunta al respecto.

Recuerda que una o más de estas señales no siempre implican un trastorno alimentario, pero si notas varios es importante hablar con un profesional de la salud mental para evaluar la situación y recibir apoyo. El diagnóstico y tratamiento temprano pueden ayudar a prevenir complicaciones y mejorar la recuperación.
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